Te abstraes en el aire
creyéndoos los reyes del
mundo, mientras la lluvia
chispea tu piel de noche.
Y arrastra tempestad y cantos
que te susurran en su lumbre
bajo su boca desnuda y sola,
¡mira al suelo y vigila tus pisadas!
¡Y tú ya no sabes a donde ir,
ya no quieres seguirlos hacia
esa noche lluviosa en la que
nadie garantiza que haya salvación!
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