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13

Es tarde en el día
y pronto en la noche
que despunta por las
ramas de tu piel.

Es verde en los ojos
que me miran y roto
por las hojas de la luna
de atardecer.

Es flor de malva zafiro
y fuego de sombra que
llena y rompe sobre
las almas de tu tez.

Es todo y es algo,
la planta, la perla
que crece, que brilla,
que muere.

¡Pues si no hay tarde,
ni día, ni rama, ni flor,
ni fuego ni sombra,
ni alma, ni yo!

La vida solitaria del ser acompañado.

   "La vida solitaria del ser acompañado", bonita frase para definir uno de mis estados mentales más abundantes en mi día a día. Supongo barra espero que también lo hayas experimentado alguna vez
ya que eso significa que has podido "comprender" la dualidad sociedad-individuo tal y como yo la entiendo. Acabo de poner "entender" entre comillas, ya que opino que entender, en toda la extensión de la palabra, este asusto es algo quizá etéreo para mí, en el sentido de que se escapa de la forma "normal" de entender la vida, mojándose en las aguas de la filosofía ética y la psicología social.
   Tampoco pretendo predicar en el desierto que pueda producir mi desconocimiento en este tema, a primeras (y ultimas) tan apasionante, tan solo me apetece escribir acerca de esto independientemente de que esté bien o mal, quizá en un desesperado intento "de que alguien encuentre mi mensaje en esta botella".

   Siempre, creo, había sido consciente de ello: vivimos solos pero estamos acompañados. Esto no es nada nuevo, ya que rara persona es la que no se da cuenta de su propia individualidad e identidad personal así como la compañía esporádica (o no) de los otros. Pero poco a poco esta idea se ha ido acentuando hasta tal punto de guardarla y marcarla como un dogma que "gobierna" mi vida. 
   Esto es, me considero una persona bastante "tardana" en algunos aspectos, y este es un de ellos, en el sentido de que "necesito" comprehender las cosas que me rodean y hasta que no lo logro visto una venda de seda vieja que me hace vivir en "otro mundo". No quiero agobiarte pensando en metáforas ya trabajadas por otros, si no tan solo poder expresar la idea que tengo de mi persona "ya pasada". 
   Me costó, sí, darme cuenta realmente del significado de la frase que da título a la entrada. Como ya he escrito, siempre lo había pensado pero no me había dado cuenta de su profundidad: Desde que nacemos (solos) crecemos en el seno de una familia (acompañados) queramos o no, en el que quizá ya somos conscientes de la individualidad de nuestra persona porque sabemos lo que nos gusta, lo que queremos o dejamos de querer hacer pero inevitablemente nos sometemos bajo la acción de los agentes de socialización, (la familia, la escuela, las relaciones entre iguales, los medios...) donde a mi parecer se suprime de buena manera esta individualidad propia del carácter del individuo. Haciendo que (se me viene a la mente la canción "another brick in the wall" de pink floyd) entre otras cosas, seamos uno más en el rebaño que ha creado esta, nuestra amada sociedad.
  Donde se establecen cánones a seguir, se dice lo que está bien o mal, lo que se puede o debe hacer... etc etc etc, y donde principalmente, se juzga y se critica aquello que es raro, nuevo o diferente, entonces ¿Que tipo de persona va a ser capaz de desobedecer las leyes que enmarcan su individualidad prefabricada para dejar germinar y más tarde cultivar la suya propia explorando nuevos y desconocidos parajes? 
   Y aquí, tal vez esté el punto de inflexión. Cuando una persona no está descontenta (la mayoría) con lo que se le ha marcado (¡Para qué narices va a desobedecer las leyes!) y "crea" sus propios gustos, aficiones, y en general su forma de actuar, dando una imagen trastocada (como un cubo de rubik) de otra persona (nunca se deja de ser el cubo, aunque siempre puedes hacer los movimientos que quieras para personalizarte) es cuando empieza a ser adulto y es consciente de la vida social.
    ¡Y esto es la maravilla del individuo conciencia-do (o no) que no ha despertado (o sí)!

   ¡Que no se tomen por burdas mis palabras!, De ninguna manera estoy escribiendo que este tipo de personas sean unos infelices más bien al contrario... (hablo de las personas conciencia-das a modo de muebles que se construyen pieza a pieza, individualmente y todos iguales) y que ni siquiera hayan considerado este tema que nos ocupa. ¡Pues claro que saben que viven solos y acompañados! Obviamente (quiero pensar) saben que cuando se rascan la tripa se la rascan a ellos mismos y no a otra persona pero mucho falta para que la planta individual germine. Porque no se encuentra motivo alguno para ello, no se está disconforme con esta dualidad ya que no supone problema alguno el forjamiento único de la personalidad en un sentido profundo, estudiado y meditado ya que se admite como bueno el "adquirido" socialmente. 
   Y donde tampoco incomoda la presencia del otro (como metáfora general del individuo sociedad), porque se ve protegido en su seno, resguardado y alimentado entre los cánones y patrones que encuentra acertados y en los que se siente como pez dentro del mar, no notando quizás la soledad de la que quiero tratar. Puesto que al rascarse particularmente la tripa están siendo observados por el resto de la sociedad (metafóricamente hablando, creo que todos nosotros no cabemos en una sola habitación...) y de un modo parental son supervisados, animados, y felicitados por ellos.
   Otro factor importante que hace que este tipo de personas no se desmoronen a priori, (pero sí, tal vez, a posteriori) es el concepto comúnmente llamado amor. No entraré en esta entrada (valga la redundancia) en divagar acerca de mi concepto sobre la palabra roma al revés, (aunque supongo que tarde o temprano lo haré), sino más bien quiero terminar de seguir nuestro hilo. Pues bien, dejando a parte la satisfacción propias del individuo amado por la sociedad, y que ama a otro individuo y que es amado por otro y todo eso, pueden existir otros tipos de intereses.
   Me explico, llega un punto en el momento personal (supongo que a toda persona le llega) en el que se plantea la vida en general y el mundo, en particular, en el que vive. Y una vez que se intenta comprender el exterior y se triunfa o fracasa, falta la tarea más importante. Comprehender el interior.
   Reiteraré el adjetivo difícil, difícil, difícil. En un caso en el que la personalidad es fluida estable e inocente no resulta ardua la tarea, (porque no presenta problema alguno) pero en aquella ocasión en la que se trata de una que en cierto sentido ""ve más allá"" , que anhela otras aspiraciones, que intenta seguir la búsqueda de una cierta realización personal fruto de alguna inquietud (o crisis) la tarea evoluciona hacia otro nivel.

   ¿Realmente sabes lo que a ti te gusta, sabes si lo que haces durante todo el tiempo que pasas viviendo tu vida lo has elegido tú? Creo que no. También te diré que sería un tanto imposible, ya que constantemente nos vemos bombardeados por lo que nos debería o no gustar, lo que deberíamos hacer porque está bien y lo que no, haciendo de esta una ardua tarea. Repitiéndome nuevamente, es difícil conocerse a uno mismo al cien por cien, es difícil saber lo que realmente se quiere. (Volviendo al ejemplo del cubo de rubik por mucho que elijas tus movimientos rara vez podrás ser una esfera) Y cuando no quieres hacerlo (por algún que otro motivo) resulta verdaderamente complicado.
   Anteriormente he nombrado el adjetivo conciencia-do, pues bien, yo entiendo tres estados fundamentales a los que todo ser humano puede llegar a adquirir y uno de ellos es este. El del ser conciencia-do. Como en todos los estados anímicos, físicos, y demás categóricos en cualquier ámbito de la realidad, hay estadíos, claro está, pero procederé a enunciar el adjetivo tal y como yo lo entiendo.
   "Una persona conciencia-da es aquella que posee "total y absoluta" conciencia de su propia conciencia"
   Tampoco me lo he currado mucho, te lo admito, pero creo que viene bastante a cuento. Por eso, aquel super-hombre de nuestro amigo Nietzsche sería, sin lugar a dudas, un ser totalmente conciencia-do, que habría invertido tiempo y tiempo en el modelaje de su propia personalidad. Y aquí es donde reanudo aquella frase de una entrada anterior en donde, creo recordar, expresaba mi aprobación hacia la queja, entendiendo como queja precisamente la expresión máxima de individualidad que pueda tener cualquier persona. Esto es, que a mi parecer, cuando tú te quejas de algo es porque entiendes que por lo que te acabas de quejar es algo que comprendes como perjudicial o dañino y tú consideras (¡Siempre, por favor! siempre que te quejes que sea por eso) que tú puedes ofrecer una solución o que puedes hacerlo mejor, bien porque te afecte solamente a ti, o bien porque tus principios (que como superhombre conciencia-do has creado respetando los valores buenos y universales) han sido violados respecto a alguna situación injusta o totalmente incoherente a ellos.
 
   Si vivimos de un modo (total o no) egoísta ya que vivimos nuestra propia vida y miramos por nuestros intereses, (me temo que voy a finalizar la charla escrita, concluyendo a modo de colofón con esta reflexión) ¿Por qué no gastar nuestro tiempo en crearnos a nosotros mismos desde nuestra individualidad propia y característica de nuestra persona?
   No dudes en ningún momento, si es que aún no lo has experimentado, que en este proceso que durará toda tu vida es cuando inevitablemente vas a darte cuenta de tu vida solitaria y acompañada. Y eso es lo bonito de este estado: que te despega las vendas que tú te ataste ayudado por la sociedad y que te da nuevas y relucientes alas que te permiten volar y sobrevolar al resto (respetando, siempre respetando, ¡No pequemos, aunque super-hombres, de superiores, por favor!) entendiendo poco a poco todo el mundo que nos rodea. Y a modo de consuelo, terminaré diciendo que, aunque se viva solo pero acompañado, hay todo tipos de compañías, algunas de las cuales puede que se encuentren en tu misma posición...





   "Si el lienzo no lo has podido hacer tú, ¡Por lo menos termina tú el retrato!"

12

Estaba el niño soñando bajo
las lámparas verdes que los
años tempestosos iluminaban.

Mientras leía las palabras
ungidas por aquellas liras que
caminaron junto a él en otra vida.

Y estaba el niño llorando bajo
las lámparas verdes que miraba
distraidamente bajo efectos melancólicos.

Mientras lo tenía y lo sabía todo
porque se daba cuenta de que
ninguna lámpara había estado nunca encendida.

11

Y te esperaré mientras
caminas por el fondo
junto aquellos a quienes
solíamos llamar amantes.

Porque quiero verte caer
y derramar los brotes
que la savia sabia da
junto al junco del averno.

Y te esperaré mientras
falleces una y otra vez
intentando quitarte esos
escarabajos de los ojos.

Porque quiero tenderte
mi mano, para acariciarte
y ayudarte fingidamente
para después soltarte de nuevo.

¡Y seré yo quien grite tu nombre
bajo los susurros del pecado
que se cuece bajo las
entrañas del becerro!

Porque anhelé tu alma,
y tú me la prestaste, y
porque, ante todo, quiero
volver a caer, ¡A caer a tu lado!



10

Amor, sexo, obsesión y predilección.
¿Se sabe, acaso, cuando vive o deja de
existir este uróboro de cupido?

La armonía de su cuerpo lo sabe porque es
eterna, eterna como la dulce ambrosía de tu Dios
que te embriaga y te pega duramente.

Y, tristemente, nunca nos dejará
distinguir entre la palabra y la vivida
ficción juiciosamente ensoñada y practicada.

Porque ella, la armonía, sabe que nada
de eso existe aun siquiera en la
realidad inexistente del significado.

¡Piénsalo! Tan solo es el ser de tu yo,
egoísmos, actos y pasiones exacerbadas.
¿Y no es eso lo que vendes a peso contado?

¡Ese es el acuerdo tal de los amados, sexuados,
obsesos y predilectados! ¡Que siempre verán
la marcha, pero nunca adivinarán su porqué!

¿Y tú, qué eliges?


  Si tú fueses Julia no saldrías a la terraza. Es 7 de Julio y va a llover; las gotas caerán sobre la uralita del patio, los relámpagos chispearán a través de los cristales, los truenos con su rimbombante soniquete erizarán los pelillos de los brazos y los pájaros dejarán de cantar, ahora eres Julia y llevas puesto un cortísimo mono azul de rayas blancas sin mangas y tienes la regla ¿saldrías a la terraza?

  La tela de tu improvisado pijama chorrea de mala manera, la compresa está empapada y parece un pañal, tu pelo un matojo, los cristales de tus gafas una luna sin parabrisas  y hace frío,  porque tienes agua hasta debajo de las rodillas y corre algo de aire. Tu cuerpo te pide que salgas de la terraza, te metas en casa y te chilla a voces que te seques e irónicamente, justo en este momento, eres capaz de sentir y comprenderlo todo.
  Pero no te engañes, no te llamas Julia, y si es así no eres ésta. Nuestra Julia se estará empapando mientras contempla la nada alumbrada por lo tambores de Cristo hasta que se oigan pasos en la escalera y decida escabullirse rápidamente, porque no querrá que su familia la tome por loca, se duchará, se lavará la cabeza y se secará con el secador media hora el pelo porque si se lo deja al aire se le encrespará, tenderá en algún sitio el mono y se pondrá alguna camiseta y algún pantalón, cenará, se irá a la cama y mañana se suicidará.

  No vive una situación de entre guerra, ni un amor prohibido, ni vive en un país exóticamente oprimido. Vive en una familia estable, en un entorno estable, y en un país estable, en una época aparentemente estable. Y aun así su elección no parece completamente estable. Tal vez se dio cuenta el verano pasado, cuando los jóvenes de hoy en día "tienen" que elegir qué quieren estudiar. Para algunos está más claro que el agua, ¡Yo quiero ser farmacéutico! ¡Y yo médico! Espera, espera, yo... ¡artista! ¡Y yo [...] y lo triste es que la mayoría no saben lo que significa una pastilla, ni la palabra eutanasia ni el sacrificio de la belleza ni nada de nada.
  Pero no se les puede culpar porque tampoco se lo enseñamos. ¿Cómo quieren que lo hagamos? ¿Se supone que les enseña la vida, no? ¿Y qué es la vida? Porque a mí eso sí que no me lo han enseñado nunca, y tampoco creo que lo hagan... ¿Sacarse un moco con el dedo índice mientras escribes en tu ordenador sobre Julia, eso es la vida? ¿O tal vez comprar unos zapatos de cuero procedentes de algún país desconocido? ¿Llevar el luto a tu marido después de cinco años? La respuesta, sí, sí, sí y 42 veces sí.

  Pero lo triste es que el verano pasado Julia aún no podía haber vivido lo suficiente para que la vida le enseñara todas esas cosas y tenía que decidir, así que eso hizo. Pensó en algo que le pudiese llegar a gustar algún día, algo que generara alguna sugerente expectativa porque era consciente de que a esas alturas no tenía ni idea de si aceptarían pulpo como animal de compañía, y como en general no tenía malas calificaciones empezó la carrera que eligió y ahora está tumbada en la cama soñando en lo que hará mañana.
   Habían cenado, ella y su hermana pequeña, pizza de pollo, la abuela sopa, y su padre y su madre pizza de cuatro quesos. Están en el pueblo, y este es el último año entero que va a pasar la abuela en su casa, los adultos dirán algunas cosas y la convencerán para que vaya a vivir con ellos a la ciudad. Julia aún no sabe cómo, pero los adultos al parecer son capaces de oler la muerte. Y podría pensarse que solo lo hacen con las personas mayores, pero no, porque hoy casualmente, han cenado su pizza favorita y no le han reñido por no haber hecho nada "productivo" durante todo el día aun sabiendo que pronto llegará septiembre y tiene que recuperar alguna que otra asignatura de la carrera que hará que su vida sea plena y satisfactoria. Es como si de alguna manera supieran lo que piensa y todo lo que quiere hacer mañana y mientras sus padres disfrutan de una noche de domingo en una gran habitación, su hermana sueña con alguna dichosa aventura y su abuela rememora los tiempos de antaño, todos se preparan para afrontar otro día lleno de acciones intrascendentales y sucesos rutinarios del día ajetreado que conlleva la preceptuada vida moderna, y ella sonríe y deja escapar una lágrima, simplemente porque siente que hoy ha sido un gran día.

  Hoy ya es mañana, y Julia busca en google "tartas caseras" y rápidamente le sale la entrada de "tartas caseras fáciles de hacer" pero no le da a esa opción porque en las películas siempre dicen que las mejores cosas nunca son fáciles, y elige la primera página que aparece: "recetas de tartas caseras", busca alguna que pueda llegar a ser muy dulce por lo que elige la de queso y fresa y se dispone a juntar los ingredientes. Los padres están trabajando, la hermana jugando en la calle y la abuela frita en el sofá.
  Se dirige a la cocina y rebusca para encontrar lo necesario, una vez reunido todo se pone manos a la obra: pone en un bol la harina el azúcar, los huevos y el yogur, ensucia todo un poco y justo en el momento en que tiene que verter la mezcla se acuerda de que le falta algo. Abajo en el pequeño sótano, habían guardado como recuerdo una vieja tartera de cobre que ya no se usaba porque habían dicho que era malo para utilizarlo en la cocina por el cardenillo y todo eso aunque para aquella tarta, piensa Julia, sería ideal. Deja todo como está, baja, y cuando sube con la tartera es interceptada por la abuela y ésta le pregunta que para qué la quiere, Julia le dice que para nada yaya, espera a que la abuela vuelva a sus quehaceres matutinos en el sofá y se dirige a la cocina, vierte la mezcla, lo mete todo al horno, espera y mientras tanto dubita un poco. 
  Y al rato una vez que ya tiene la tarta hecha  la esconde en el armarito de los cacharros viejos. La esconde porque le ha puesto una sobredosis de pastillas marca inserso importante y no la mete a la nevera porque el cobre enfriará rápido y porque no quiere que nadie la vea. Y mientras reposa el acto delictivo, se va al salón.
-       ¿¡Abuela quieres que encienda la tele!?
-       ¡Ay, la tele, pues en mis tiempos...!
  Y el bucle fantasioso vuelve de nuevo, representándose una vez más en la casa de pueblo de la abuela de Julia, y Julia se aburre, ¡pero no le malinterpretes!, le encantaría pasarse el día escuchando historias con mensajes de tiempos idílicos pero es que ella nunca los ha vivido ni los vivirá y prefiere pensar en el presente y pensar en qué es lo que ella hace ahí, sentada, en un día tan caluroso de verano.
  "Tendrá" que esforzarse al máximo para recuperar las asignaturas para poder seguir estudiando algunas cosas que francamente, no le interesan en absoluto, durante 4 o 5 años más para, tal vez, encontrar trabajo, buscar pareja y tener hijos, seguir trabajando, jubilarse y ya si eso descansar en paz y podría teorizar, en este preciso momento, acerca de alguna sociedad distópica en la que sí se viviera pero le da una pereza horrible porque a la vez está pensando en aquellas mentes que sí están real y exóticamente oprimidas y mientras lo hace se siente sucia por tener cargo de conciencia.
  Radio en mis tiempos esto no pasaba se escucha de fondo y deja entrever  de soslayo el porqué del chocolate, la música, el cine, los condones e incluso los libros; y es que el hombre se está muriendo solo y mientras lo hace, se aburre enormemente e intenta enmascarar con píldoras camaleónicas los ciclones que él mismo desata y de repente la abuela aprieta la muñeca  de Julia y le dice que por favor le diga a sus padres que ella se quiere quedar en el pueblo y que no quiere irse a vivir a la ciudad y Julia le dice que sí, que no se preocupe que el fin de semana se lo dirá, y enchufa la televisión, se levanta para poner la mesa y servir la comida, llama a su hermana con un grito a través de las ventanas abiertas del salón, y las tres se ponen a comer, en silencio, mientras la televisión ya ha empezado a hablar y Julia se sigue sigue preguntando si esa es realmente la vida que quiere o es la que irremediablemente esperan los demás de ella e innegablemente, la que acabará por vivir aun a sabiendas de que la mayoría de sus elecciones no habrán sido libres  por mucho que pudiesen haberlo parecido y que perfectamente sabe que por mucho que se esfuerce en hacerlo jamás llegará a ser feliz completa y llanamente de la manera que dictan e impera en esa, su sociedad.

  Y su hermana y ella ponen el lavavajillas y se suben a su dormitorio, y Julia va a echarse una última siesta antes de comerse la tarta de queso y fresa. Pero antes de dormirse su hermana le pregunta si le podrá acompañar a comprar algo a las rebajas porque este año ya no llevará uniforme y quiere comprarse ropa nueva y no sabe muy bien cual elegir porque no quiere dejar de ir a la moda. Julia asiente, ¡porque ya ha pasado por esa edad y sabe lo cruel que se puede llegar a ser cuando tienes 14 años! y mientras tanto su hermana concilia tranquila el sueño.


  La quebradiza duermevela se disuelve lentamente mientras Julia intenta despertarse y los escombros del sueño le acechan desde las sombras ¿sería oportuno hacer una carta de despedida? Más que nada, si lo hiciese, sería para que ninguno de sus familiares se sintiese culpable y no tuviese que cargar con el temido "y si hubiera hecho esto o aquello todo habría sido distinto", pero mientras esta idea le sobrevuela la cabeza, le cuesta levantarse y no puede evitar pensar si de verdad quiere bajar a la cocina para abrir el armarito de los cacharros viejos. Ahora está indecisa, no sabe qué hacer.
  ¿Y tú, si fueses nuestra Julia, qué harías, lo apostarías todo a un futuro incierto lleno de pragmáticos paradigmas en el que luchas sin descanso por conseguir intentar comprender lo que la efímera realidad de la felicidad significa para que un día, por casualidades de tu vida, estés leyendo esto o te tomarías ahora esa apetitosa tarta?

  Y es entonces mientras terminas de leer esta última frase y mientras, quizás, te lo estás pensando, cuando de repente un sordo golpe se cuela a través de la mosquitera, de la persiana medio bajada y de la ventana abierta de par en par del dormitorio color rosa palo salpicado de gotéele. La abuela se ha tirado por la ventana y tu hermana sigue durmiendo.


Nota, para ti,: Obviamente, en este pequeño relato NO se incita al suicidio ni se propone como factible solución ante los problemas de la vida, ya que toda esta historia es ficticia y se apoya en una personal reflexión moral acerca de las inquietudes "filosóficas" de el adolescente que es empujado hacia una vida confusa y llena de restricciones y reglas impuestas por otros, y que aparentemente garantizan de modo seguro la felicidad. 
  Desde esta visión, pueden existir varios finales al relato, uno en el Julia sigue a su abuela e irremediablemente pierde en el juego de la vida, y otra en la que sigue con su vida tal y como se espera de ella cosa que tampoco impedirá que cree sus propios valores y viva según le parezca razonable (respetando los límites, claro está) y lo más importante, pueda seguir quejándose. (Me encantaría explicarte este último detalle, pero eso lo dejamos para otra entrada:)




  • Película o libro (tú eliges) recomendados: Las horas de Michael Cunningham y Las vírgenes suicidas, de Jeffrey Eugenides. Debo decir que, en este caso, puede hablarse de la excepción a la frase "Siempre el libro es mejor que la película". 



9

Una mancha en el sino
que duele sin poder
y que se olvida sin querer.

Que ilumina a los vientos
que cruzan el desierto, el tuyo
y quizá también el mío.

Nunca pensamos en esto, porque
tampoco quisimos, pero
a pesar de todo, seguimos
teniendo arena en los zapatos.

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