El libro.

  Todos vivimos juntos pero irónicamente estamos solos. Desde que nacemos hasta que morimos estamos acompañados pero vamos respirando individualmente desde una única perspectiva tremendista. No creo que sean horas de dramatizar, eso te lo dejo a ti y a tu botella, pero sí tal vez, de hablar sin pesar y de dejar caer las palabras en saco roto. ¿Qué más da si nadie lee nada? ¿Qué importa si todo el mundo lo hace?

  Hablar por hablar está muy visto, y escribir por escribir quizá también. Pero siempre quedará la palabra escrita, esas frases que siempre te esperan, a tí y a tu tiempo, a tí y a tu sombra, que hacen que viajéis de mente en mente conectándoos con otras personas que ya no existen. Y eso es lo maravilloso de la dualidad libro-soledad, que aunque no haya nadie alrededor siempre alguno estará dentro de tí y por eso nos animo a escribir y tirar las palabras (si hace falta) sobre el hueco de ese saco de tela recia, porque al final alguien las recogerá y con cuidado, si le apetece, las leerá.