Quieres respirar bajo mi piel
y arañarme con tus uñas los labios
y gritar bajo mis sábanas un
difuminado te quiero (querer).
Y también, tirarme contra el suelo
y decirme esas cosas, lento y muy
despacio, aunque no entiendas
y ni yo te comprenda.
Y ese es nuestro dilema moral de
carne pegajosa, que nos rozamos
lento, y muy despacio mientras
lucimos esos antifaces despiertos.
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